Caminar por el Pirineo de Huesca siempre trae momentos mágicos porque vayas en la estación que vayas encuentras un paisaje increíble. Nuestra ruta comenzó siendo un paseo sin una idea clara de lo que íbamos a encontrar, sin embargo quizá estos son los mejores.
Muy cerca del municipio de Sabiñanigo (Huesca) podemos descubrir nuevos caminos para hacer pequeñas excursiones llenas de encanto. Esta vez, acompañados por un día impredecible, en el que tan pronto llovía como granizaba, como salía tímidamente el sol... comenzamos nuestra pequeña excursión.
Pinos, una paisaje tranquilo, con pequeños pueblos desperdigados pero con encanto... y de pronto, allí, entre las ramas de los árboles que habían quedado desnudos de hojas, quieta y sigilosa estaba una pequeña ardilla mirándonos de frente.
Tan pequeña y vivaracha al mismo tiempo. Con su hermosa cola marrón que la delataba entre los tonos rojizos del paisaje.
Y a pesar de la distancia a la que estaba y de no tener las mejores condiciones, decidí intentar captar el momento.
Toda una aventura que hizo disfrutar a mis dos princesas como dos aventureras sin perder de vista a la rápida ardilla.
¡Mami, mami que va por esa rama! ¿has podido hacer una foto?
Momentos mágicos que te ofrece la naturaleza, para los que no estás preparado y que has de aprovechar. Aprendes a disfrutar el momento, a disfrutar de la belleza tan natural y convertirte en pequeña "cazadora de imágenes".
Nuestro camino continuó a ver qué más podíamos encontrarnos. En mitad de la nada, entre pinos y caminos solitarios, nos topamos con un pueblo muy sorprendente: Ibort.
Es un pequeño pueblo de la provincia de Huesca (que pertenece al municipio de Sabiñanigo) en medio de pinos, caminos... se trata de un pueblo abandonado en los años 60, cuando la oferta de empleo en ciudades hizo que la gente de zonas rurales (especialmente las más aisladas) se fuesen dejando los pueblos sin habitantes o con muy pocos.
Sin embargo, hace ya unos años que hay nuevos habitantes en Ibort. Gente con la idea común del autoabastecimiento y la autosuficiencia, con la idea de una vida en comunidad lejos de las ciudades.
Es una nueva vida, muy diferente pero que quizá enriquece a la gente que opta por esta opción ya cansados de la ciudad o de la forma de vida que llevaban. Aquí ellos cultivan, arreglan las casas...
Al ver los nombres de los habitantes en los buzones, nos dimos cuenta que allí vivían vecinos de países diferentes y que su forma de vida es muy diferente a lo que nosotros estamos acostumbrados a ver incluso en pueblos.
El día era lluvioso y muy cubierto, pero lo que más me llamó la atención de este pueblo fue su silencio. Un silencio que permitía oír tus propios pensamientos.
Parecía que el tiempo se hubiese parado por un momento.
La iglesia nos llamó la atención, realmente muy hermosa. Al ver las puertas abiertas decidimos entrar.
Realmente "diferente" a lo que me hubiese esperado.
Por fuera es una iglesia, pero por dentro es algo un tanto "surrealista", es un espacio social, común, que se ha recuperado para el uso de los vecinos del pueblo.
Allí hay una moto aparcada, una mesa de tenis e mesa, un rocódromo en sus paredes...
La sacristía se usa como salita para ver la televisión.
La sensación al entrar es francamente "extraña", no sé cómo explicarlo. Supongo que han querido dar un uso con fin social, un punto de encuentro a un edificio que tenían para todos los habitantes.
En los techos se ven vestigios de la pintura original de la iglesia.
Ibort, un pequeño pueblo diferente escondido entre los pinos y las montañas, que permite a sus habitantes aislarse de la velocidad de la sociedad actual, de la tecnología, del ruido...
Un pueblo que te invita a encontrarte contigo mismo.
Y así nos despedimos de nuestra pequeña excursión atravesando las vías del tren casi dormidas que nos descubren un maravilloso paisaje sin prisas, sin ruidos, lleno de matices de diferentes colores.
Detente, respira y contempla el maravilloso camino que hay frente a ti, entre el silencio y el olvido.